Embriagador Jazmín Argentino: Pat Andrea
Dicen que el sabio Solón fue el fundador del primer lupanar, al menos esa invención tan útil se la asigna el poeta Fitemón, que en un célebre epitafio le agradece al benemérito procer en nombre de la salud pública de una ciudad llena de una ardiente juventud. Hace unos días me pidieron un relato sobre el fin del mundo, se me ocurrió reunir a unos cuantos personajes extravagantes a esperarla llegada de Nostradamus en un fantasmal burdel de Buenos Aires. Pienso en esas bienhechoras a lo largo de los siglos, viendo a las obras que el pintor holandés Pat Andrea va a presentar este otoño finisecular en Madrid.
¿Hay alguna razón directa? Quizá no sea más que una alucinación producida por el calor, esta mañana tórrida en la que escribo de espaldas al monte Abantos, quizá sea porque esas deseomunales mujeres de “cabellos largos” ofrecidos al manantial del placer tienen un lugar reservado en todos los burdeles imaginarios, pero también en las alcobas más arcanas e interiores pintadas de rojo sangre. Además me tomo la libertad de perfumar con el nocturno y dulce olor del jazmín ese burdel argentino.
Son, nadie puede negarlo, mujeres de inquietante perversidad, mujeres oblicuas que con sus piernas abiertas, que dejan ver la íntima transparencia