Las obras de Fuentesal y Arenillas desafían las convenciones que tenemos sobre escultura. No encontramos en ellas una superficie rodeando un volumen, como ocurre con la escultura clásica, ni un perímetro encerrando un vacío, como en la escultura después de Picasso. Sus formas exploran el límite, conceptual y materialmente, que conciben como un borde, al modo en que las fronteras separan dos países, o las membranas dos cavidades contiguas. A menudo dan protagonismo a lo que para otros sería el negativo, o el resto desechado, que para ellos se convierte en huella, eco o reverbero que convoca una ausencia, la hace presente, establece con ella un hilo invisible pero perceptible.
De ahí la extrañeza que producen, gracias también a su elección de materiales. Tablex, tela, cartulina… materiales con diferente plasticidad que no llegan a ser totalmente blandos pero tampoco rígidos, que no tienen una forma acabada, premeditada, pero tampoco azarosa. Invocan una mirada táctil, una mano que intente seguir la que creó esos objetos, con el lápiz, las tijeras o la sierra, un cuerpo que podría entrecruzarse con las formas orgánicas de las esculturas. De ahí su apariencia portátil, transitoria. Grandes o pequeñas, parecen dejadas en el suelo o colgadas de la pared a la espera de que alguien las cargue del hombro, las coja en sus manos, cambie su posición. Las haga suyas.
Su esencia fluye entre los cuerpos que las han creado y los espacios en que han crecido, casi orgánicamente. La habitación, el estudio, la carpintería. Así titulan FuentesalArenillas las tres estampas que presenta esta edición de The Print Subscribers Club.
En la casa de los artistas -habitación donde viven con su perro Eco y un pájaro verde; estudio compartido en el que piensan, y carpintería en la que hacen sus esculturas- cuelgan ahora los tres relieves que, fotografiados, han servido de motivo para estas estampas. Son plantillas superpuestas, recortadas en tela rosa, cartulina gris, y tablex color miel -los colores de la carne, el pensamiento, la materia trabajada. Dejan ver las dudas, los rodeos para llegar a la forma, visibilizan el tiempo. No se trata de economizarlo, sino por el contrario de visibilizar la duración, el proceso.
Dan Benveniste ha sabido subrayar su carácter escultórico, táctil, intensificando el color, graduando las sombras, acentuando los huecos de esos tres objetos que, fotografiados, parecían más planos, más apagados. Acabando las obras, dando nueva vida a los objetos utilizados por los artistas en su primera experiencia en el terreno del grabado.
FuentesalArenillas con Dan Benveniste en los talleres de Benveniste Contemporary, junio, 2021
Conocí a Fuentesal y Arenillas, Julia y Pablo (Huelva, 1986 y Cádiz, 1989), hace un año en Cádiz. Por eso, pensar en estas obras me hace sentir parte de un bucle de roces y afectos del que forman parte varias exposiciones y conversaciones con amigos comunes y queridos. También parte de un paisaje hecho de mar animado, murmullos tras las ventanas, y sol que sería implacable si no lo atemperara la piedra sobre la que se desliza. La piedra ostionera, porosa, color miel como el tablex, llena de recovecos entre los que destellan restos de las conchas que le dan nombre. La piedra ostionera es como las obras de Fuentesal y Arenillas un palimpsesto hecho de la fricción entre vida, materia y tiempo.
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