El núcleo de la exposición lo constituyen una serie de grandes y espectaculares acuarelas pintadas durante los últimos meses en el taller madrileño de Dan Benveniste, al tiempo que preparaba una serie de planchas para su estampación. De alguna manera esta viene a ser la última fase del proceso, el tercer nivel, sin duda el más personal. La primera fase es colectiva: formación del grupo operativo, definición y tramitación del proyecto. La segunda es participativa y pública: desarrollo del proyecto en contacto con la gente. Sólo en el tercer nivel el artista está sólo. Realiza una obra personal. Una obra que debe entenderse como su contribución personal al proceso. Durante meses se nutrió de la observación y el estudio de las plantas, se alimentó de intercambios y experiencias compartidas con compañeros, especialistas y gentes que le salía al paso. Ahora, tras metabolizar todo ese depósito de conocimientos y experiencias, lo devuelve en forma de obra. Es la ley natural de la correspondencia. Cada grano de semilla, decía Paracelso, es un pequeño caos, constituye “una prisión de las potencias superiores”. Cuando el grano se planta nace una nueva planta, crece, germina, florece, produce frutos y nuevos granos de semilla que vuelven a la tierra para que el proceso se reinicie.
Pero en un momento dado del proceso, el de la floración, parte de ese potencial se nos ha ofrecido en forma de flores y frutos, dones delicados y sabrosos con que la naturaleza nos regala los sentidos. Estas acuarelas y estos grabados de Federico Guzmán son como esas flores y esos frutos, parte del proceso, el tercer nivel, su parte más vistosa y jugosa, los dones con que el artista nos regala los sentidos.
Quico Rivas Peña del Oso, Febrero, 2001