Dibujos y objetos. Casi todo mi trabajo podría incluirse dentro de una u otra categoría. Los dibujos suelen traducir, con bastante rigor, modelos preexistentes o imágenes encontradas. Los objetos (abalorios, máquinas, instrumentos musicales o de dibujo), elaborados sobre todo en madera y piel, aparecen ante el espectador como ejemplos de un diseño imposible y ensimismado que trastoca la relación entre función, forma y manufactura
Habría, quizás por esta razón, una tercera línea de trabajo: la que trata de las relaciones entre dibujos y objetos una vez que se disponen en una secuencia, que puede abarcar el espacio y el recorrido de una exposición y que también puede quedar comprendida entre las tapas de una carpeta de tres grabados.
El punto de partida de esta carpeta para The Print Suscribers Club de Benveniste Contemporary es una máscara formada por piezas ensambladas de piel, de un color beige similar al de la arcilla seca. Este color, así como su juego de volúmenes cóncavos y convexos, remiten a las producciones cerámicas de la fábrica de loza de Pickman, (la célebre “Cartuja de Sevilla”) al pie de cuyas antiguas chimeneas se desarrollaba una parte del espectáculo “La Vigilia Perfecta”. Inscrita en la pasada Bienal de Flamenco de Sevilla, esta creación del bailaor Andrés Marín fue mi primera colaboración para la escena. De hecho, este fue el primer objeto de cuantos he hecho que realmente iba a ser usado por alguien.
Más de una vez había pensado en la posibilidad de mostrar mis objetos mediante al menos dos ejemplares idénticos: uno presentaría el objeto íntegro y armado; el otro estaría descompuesto en sus partes o piezas, con la idea de explicar algo más acerca de la lógica de su construcción. Las obras incluidas en la carpeta permiten algo parecido. Gracias a los buenos oficios de Dan Benveniste y su equipo, el grabado ha resultado ser un procedimiento idóneo para postular distintas hipótesis a partir del objeto y convertirlas en algo físico, tangible. La estampación directa de las plantillas de madera empleadas en el corte de las piezas de piel, por ejemplo, nos habla de la obra como algo por venir y muestra de un modo explícito el procedimiento artesanal implicado en su construcción. Los dos photogravures restantes abordan la máscara como una totalidad paradójicamente incompleta. En uno de ellos, las piezas de piel, simétricamente dispuestas sobre un fondo negro aguardan el momento de ser unidas unas con otras y, entretanto, juegan a dibujar las facciones de una máscara distinta. El otro nos muestra la máscara ya configurada, si bien las insuficiencias del dibujo y de la visión en escorzo la convierten aquí en un cuerpo equívoco de volúmenes no siempre legibles.
En último término, la máscara no es tanto el motivo azaroso de estos grabados como un símbolo: cualquier procedimiento que busca hacer aparecer una imagen y ponernos frente a ella deviene algo necesariamente equívoco, que encubre una parte de su verdadero ser. El empeño por construir y representar pone finalmente en evidencia como la forma nos prepara para salir al encuentro de la realidad mediante mil trampas, figuras y estrategias.
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